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#Opinión||La crisis alimentaria y energética


Según la edición más reciente del informe de "Perspectivas de los mercados de productos básicos" del Banco Mundial, la disminución del valor de las monedas en la mayoría de las economías en desarrollo está incrementando los precios de los alimentos y los combustibles, lo que podría profundizar las crisis alimentaria y energética que muchas de esas economías ya enfrentan.

En el informe se señala que los precios en dólares estadounidenses de la mayoría de los productos básicos han disminuido, tras haber alcanzado sus niveles máximos recientemente, en medio de preocupaciones por una inminente recesión mundial. 

Los elevados precios de los productos básicos energéticos que sirven de insumos para la producción agrícola han venido impulsando el alza de los precios de los alimentos. 

Si bien los precios de muchos productos básicos ya no están en sus valores máximos, siguen siendo altos en comparación con el nivel promedio registrado en los últimos cinco años. 

Una nueva alza de los precios internacionales de los alimentos podría prolongar los desafíos asociados a la inseguridad alimentaria en los países en desarrollo. 

Es necesario aplicar diversas políticas que promuevan la oferta, faciliten la distribución y respalden los ingresos reales de producción. 

En muchos países, la combinación de precios elevados de los productos básicos y persistentes depreciaciones monetarias se traduce en un aumento de la inflación. 

Los responsables de formular políticas en los mercados emergentes y las economías en desarrollo tienen escaso margen para gestionar el ciclo de inflación mundial más pronunciado de las últimas décadas. 

El pronóstico de una disminución de los precios agrícolas está sujeta a una gran cantidad de riesgos.

En primer lugar, las perturbaciones que afectan las exportaciones de Ucrania o Rusia podrían interrumpir nuevamente el suministro mundial de cereales. 

En segundo lugar, los aumentos adicionales de los precios de la energía podrían ejercer una presión al alza sobre los precios de los cereales y los aceites comestibles.

Y finalmente en tercer lugar, los patrones meteorológicos adversos pueden reducir los rendimientos; es probable que 2023 sea el tercer año consecutivo de La Niña, lo que podría reducir el rendimiento de cultivos clave en América del Sur y África meridional. 

Así las cosas en Colombia, para poder garantizar una importante seguridad alimentaria, además de la implementación de las estrategias y condiciones internas que puedan gerenar las nuevas políticas relacionadas con el campo  en el gobierno de Gustavo PETRO, también vamos a depender de las externalidades generadas por los riesgos del clima en lo admosferico y en lo económico. 

#laopinióndechucho

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